Monday, May 30, 2005

 

De choclo y remolacha

Alguien vio alguna vez un tanque en persona?. Yo si, está pasando por mi cabeza en este momento. Los dolores de cabeza desbaratan todo, y hoy tengo terapia y ya no me acuerdo que tenía preparado. Porque ir a terapia es cómo un examen, no?, hay que preparar un tema a "tocar", esta bien?, siempre se siente así?...o quizás soy yo que tengo problemas de comunicación. Alguien alguna vez me dijo "Pibe, vos nunca vas a llegar a nada con esos problemas de comunicación", y por más extravagante que parezca la frase por un buen rato me trituró el alma. De vez en cuando la verdad no duele, irrita. Por eso, ciertamente, le devolví el drop con un contra-drop al resto sabiendo que él nunca iba a llegar. Lamentablemente, hoy me di cuenta que tampoco soy bueno en situaciones límites. Andaba blanca, vomitando y a punto de desmayarse...una compañera de trabajo. Y yo la verdad que tenía ganas de estar lo más lejos posible. Daba mucho asco tocarla; olía extraño, mezcla de bebé y choclo. Además de la vergüenza, porque no decirlo. Había gente mirando cuando empezó a hacer unos ruidos extraños; arcadas, sofocación, se sacó los zapatos...un espectáculo denigrante, para mi y para ella. Pero por sobre todo para mi, porque yo era el que tenia que "ayudarla". "Dale agarrala del brazo!!...llevala hasta el auto!!!, agarrale la cabeza!!!, llevala!!, llevala ya al hospital!!. Tocala vos, genio para-médico. Yo no voy a rozar este símil humano que anda debilitando mi autoestima. Pero tuve que hacerlo, porque no ayudarla acaloraba mi imagen. Por lo cual, ni siquiera pude ser sincero conmigo. Entonces la llevé hasta el auto, y a ahí mismo, casi no había terminado de introducir su horrenda pata, que se vomitó todo. Choclo. Mucho choclo, y alguna que otra verdura. Creo que remolacha, pero no quise investigar mucho por las dudas que fuera algo más complicado. Si hubiese sido bilis, la situación se transformaría en extrema. Imagínense si soy malo en situaciones "límites", cómo seré en "extremas". Le pasé el papel higiénico, y con este tema quiero una descarga. Yo se lo pasé, la verdad que en el fondo lo único que quería era que limpie el desastre, pero yo solo se lo pasé. Cuando media inconsciente empezó a limpiar el tapizado a la voz de mil perdones, le dije "noooo dejalo así nomás, yo ahora limpio, no te preocupes, te lo pasé para que te limpiaras la boca". Creo que quedé bien, por lo menos no creo que halla podido llegar a pensar en que estuve para el orto. No podía pensar en nada, tenía los ojos para atrás, nadie puede pensar cuando tiene los ojos mirando el cerebro; si uno mira los pensamientos se autodestruyen. Mientras la llevaba, insistí en tantas deformidades sobre-humanas que elevé sobremanera el temor a mi mismo. Medité seriamente en:
- Abusar de ella
- Robarle plata de la billetera y decirle que se le había caído
- Dejarla en uno de esos puestos de policías que paran los autos aludiendo que la encontré en la calle
- Meterle una paranoia del tipo, "si, estaban todos, no sabés...un papelón, si fuera vos, yo no volvería jamás"
- Empezar a hablar raro y hacer cómo si fuera normal
- Pegarle
- Escupirla
- Vomitarle en el pelo
Pero nada. Cuando llegamos y la vi derrumbarse con campera en la cama, me degeneró el compasivo. Y entonces le fui a comprar los remedios, le hice un té y me fui mascando bronca. Estando fuera, y luego de odiarme una y mil veces por semejante infortunio de sagacidad, me percaté de la poca astucia con la que me desenvuelvo.

Thursday, May 19, 2005

 

Federico Valenzuela y su desamor futbolero

Tendría ocho o nueve años cuando descubrió que Dios no solo era de Racing, sino que también era un mediocre. En realidad, siendo de Racing cualquiera podría fácilmente dar por entendido su convergencia en la mediocridad. Y Federico especuló que por su sabiduría decididamente debería ser Dios. Quien otro sino hablaría con palabras tan exactas, tan valientes y desinteresadas?. Él era Dios, sin dudas, y no valía la pena enchastrarse en discusiones. Solitario se encaminó hacia la puerta de salida número 15. El partido no había terminado pero se intuía que el final ya no tendría una opción férrea. Y Él, cómo amante de la resoluciones rápidas e intempestivamente terminantes, prefirió omitir la sensación final del disgusto resolviendo una retirada deshonrosa. Antes, sin embargo, tendría que regalarle al público que con sumo desdén comenzaba a observarlo, una apocalíptica frase final. Después de tanta creación, tantos milagros y vericuetos, estaba solo. Su prominente pelada a medias y su desgarbada figura bohemia, no eran suficientes para cargar contra la irrespetuosidad que llegaba desde los cuatro costados de la platea. "Amargo...no te vayas, amargo". Pero Él solo tenía ojos para el frío cemento del suelo. Federico tuvo ganas de alentarlo, explicarle que su indefensa figura estaba con él. Pero vio cómo su padre disparaba engendros en su contra y no se animó a nada. En algún punto hasta le pareció gracioso. Cuando levantó la vista escondida detrás de los gruesos lentes, la muchedumbre se dispuso en silencio. Y fue entonces recién cuando pudo expresar, resolver en palabras tan simples, lo que todos ya temíamos..."Cuando Racing tiene que ganar...empata". Tan limpio que dejó a todos expuestos... tan frío que limitó el aliento. Era claro, y tan dolorosamente cierto, que las cuestiones se iniciaban en una montruosa forma. Federico Valenzuela recapacitaría años más tarde sobre la capacidad literal de dichas palabras, y despotricaría sobre ellas hasta convertirse en un "sin fe". Porqué lo inusual de su categórico radica en que ni siquiera podría jamás embanderarse en algo. Jamás lograría prenderse de un extremo y proclamar a viva voz que uno es perdedor o ganador. Jamás estimularía esa escencia natural que nos invita a acodarnos contra un polo; rincón que infinitamente se diferencia del neutro. Porqué siempre, aunque desmienta y rehuya a convertirse en aquello que odia, Federico sería de Racing. Y cuando Racing tiene que ganar empata. No pierde...no gana. Empata. Y la mediocridad que desata el resultado es la apariencia con la que convive su descreimiento.

Monday, May 16, 2005

 

Doloroso fashion review

Basta. De ahora en más voy a llamarme Laurencio. Ese nombre si que dice algo; estoy cansado de mi nombre. En realidad estoy cansado de los nombres berretas. Laurencio, sin embargo, guarda un estilo muy particular...delicado cómo la seda, fuerte cómo el oso australiano. Me gusta. Además queda bien solo en la boca de la gente fina. A los negros de mierda les cuesta mucho concentrarse en los altibajos frecuenciales que tiene un nombre cómo Laurencio. Seguramente terminarían por inventar un espantoso apodo del tipo, "Loreta". Así sonaría uniforme, bien fácil para su lengua podrida. Para los más estrechos sería diferente. "Su nombre?"..."Laurencio..."..."Laurencio, que bien suena...Laurencio... una suave brisa deslizándose por entre el ventanal..., es increíble!, mi alma no puede resistirle, mis cuerdas vocales se derriten en deseo de volver a nombrarlo...Laurencio...me acabo de mear encima.". No importa, señor fino. Suele pasarle a todos los que se concentran fuertemente en mi nombre. Es peligroso pensar en él...solo hay que decirlo. Y cuando voy a una tienda (y no puedo nunca más llamarlo negocio, que gronchada!) el vendedor en general me invita la ropa de su sueldo, "llevesé estos capri también Laurencio". Acepto todo, aprovecho mi nombre. Claro, soy Laurencio. Pero nunca tendría una novia cómo Raquel Mancini. El problema de Raquel Mancini no es que las operaciones la volvieron un monstruo. El problema de la misteriosa fealdad de Raquel Mancini es que se terminaron los ochentas. Y Raquel Mancini, cómo todo objeto de moda arraigado en los ochentas, se desenvolvió horroroso a partir de los noventas. Era muy común ver a las hordas de puñeteros adolescentes (odio los que dicen "adolescente, de adolese, es una etapa donde todo duele Ramiro, no te preocupes ya va a pasar") masturbándose con solo imaginar una lamida a las grotescas cejas de Raquel (teñitelás grasa!!). Y sin embargo, cuando dieron los noventas, y comprobamos la existencia del Turco Mohamed, a nadie se le cruzó ir a lamerlo. Y vislumbrabamos a Raquel y al Turco juntos y no podíamos sino pensar en que la colita en el medio de la cabeza con el pelo semi-largo era diez veces mejor que el jopo con jabón de gliserina. Entonces en el dos mil viene todo el ochenta reciclado. Ni siquiera original. Cómo pretendemos entonces que Raquel Mancini no este cómo esta. Claro, pobre injerto humano, en los ochenta le dijeron que era hermosa, le mintieron con su belleza relativa en tiempo y espacio, y hoy, vuelve reciclada. Con el "touch" del nuevo milenio; un apocalipsis facial.
Otra cosa...ya que estoy...
El señor que viene y me dice..."Las mujeres soportan el dolor mucho más que el hombre, esta comprobado". Que?. Escuché bien?. Cómo lo sabe?, fue mujer o es usted una mujer?. Cómo puede asegurar semejante delirio si nunca una mujer va a sentir cómo un hombre y un hombre jamás podrá sentir cómo una mujer?. Entonces debo estar desinformado, seguramente usted sabrá que hay una nueva manera de medir el dolor. Al parecer, según me informa, el dolor puede interpretarse según decidueles. Entonces si me golpeo el dedo con un martillo, en cálculos aproximados nos daría mas o menos unos 170 decidueles. En cambio si me rompo el koxis contra un Iveco, no bajaría de 2000 decidueles. "Las mujeres soportan más el dolor...ellas tienen que parir...el hombre no lo soportaría". Y lo dicen cómo "parir...", acentúando la R final para que sea más dramático. Y que tiene que ver?. Si solo ellas saben cuanto duele?. Y si no duele tanto cómo nos hicieron creer?. No tengo ningún problema en parir. Si el destino quiere que alguna vez para (lindo conjugar este verbo) voy a estar preparado para el dolor de la misma forma que lo estoy cuando voy a vacunarme. Mire que las mujeres son muy gritonas eh!, andan llorando por cualquier cosa. Además, acaso, ellas saben cuanto duele una patada de Giunta?. Nadie puede negarme que una patada de Giunta en el tobillo no duela más que parir un cabezón. "Ay!, por favor, que locuras dice...no ve que parir es el arte de dar la vida?". Si, así parece, pero si sigue difamando mi teoría con vulgares exclamaciones impresionistas voy a clavarle una aguja de tejer en el cerebro. Vamos a ver que duele más. Ahora vaya derechito para casa. Y ustedes también, vamos!...a casa!...cada uno con su dolor.

Monday, May 09, 2005

 

Federico Valenzuela y la chica de pagos

Se observó detenidamente en el espejo retrovisor del auto y mecánicamente atinó a acomodarse el regordete bigote que, pedante, se estiraba con total conformidad por sobre los labios. Recordó que alguna vez había escuchado a un don nadie declarar con total impunidad, y cual si fuera una máxima intachable, que dicho bigote se correspondía exclusivamente a una persona con ego intermitente. Esto, y a pesar de poseer en su dictamen una alta dosis de veracidad, jamás inquietó a Federico Valenzuela. Se consideraba una persona finamente desquiciada para albergarse solo en un detalle. Él era mucho más intermitente de lo que su bigote podía exhibir; o por lo menos, tenía mucho más bigote para dar en su alma. Abrió la puerta y súbitamente un auto casi se la arranca de las manos en la embestida. "Hijo de puta...si te vuelvo a cruzar te mato". Ingresó en el edificio, propiedad de una de las más importantes librerías del país, y se colocó distraídamente en la fila de "PAGO A PROVEEDORES". Esperaba pacientemente todas las semanas, el mismo día, las mismas horas. Y en la fila, lo mismo...repetidas anécdotas, enfermedades y alegrías. Estaba harto, cansado de la editorial, los libros y los corredores. Al menos tenía el consuelo de la chica de pagos, más conocida entre los "colistas" cómo la morochita. Todavía no se había atrevido a preguntar su nombre. Pero hoy lo iba a hacer; hoy era diferente. A solo dos turnos de llegar a la ventanilla se percató de dos injustas cuestiones. La primera, la morochita no estaba. La segunda, y peor aún, la nueva chica de pagos no era tan novedosa para él. "Melina Casatti...la colorada". Instintivamente bajo la vista antes de que ella lo viera, pero fue tarde. Algo le hacía suponer que ya lo había descubierto. Comenzó a mal decir una y otra vez su suerte. "Cómo puede ser que me la encuentre justo hoy, después de 20 años?...y ahora?...seguro que ya me vio ...colorada insoportable, con esa voz irritante, por qué tenías que cruzarte?. La frase le sonó tranquilamente a una estrofa de Sumo. "Hola", dijo sistemáticamente la Colo con el mismo timbre que recordaba de la primaria. Sonreía tan estúpidamente cómo en la foto de viaje de egresados a La Falda. "Editorial La Meca", señaló cortante Federico. "Creo que te conozco, vos no sos Federico?...Federico...no me acuerdo el apellido...de la primaria Moreno". Federico tuvo que contenerse y morderse la lengua para no estrangularla y gritarle al mismo tiempo. "Valenzuela, retardada!!!...Valenzuela!!!, colorada inútil...estabas enamorada de mi, idiota!". Así que no solo se la encontraba, sino que ni siquiera recordaba su nombre completo. "No,", prefirió terminante Federico, "me llamo Martín. Creo que me confundiste”. Se escuchó a si mismo tan imbécil que seguramente ya se había sonrojado. "uuuuy, perdón...es que sos tan parecido...obvio que sin el bigote, jeje...te juro, sos igual. Bueno, parece que hoy no voy a poder decir que el mundo es un pañuelo", resolvió jocosamente Melina, "Lamentablemente", respondió Federico.
Corte.
Decide otro estado, por otra aventura.
Se observó detenidamente en el espejo retrovisor del auto y mecánicamente atinó a acomodarse el regordete bigote que, pedante, se estiraba con total conformidad por sobre los labios. Abrió la puerta y súbitamente un auto casi se la arranca de las manos en la embestida. “Que raro que no me halla pegado…si te cruzo de nuevo espero que no falles”. Ingresó en el edificio, propiedad de una de las más importantes librerías del país, y se colocó distraídamente en la fila de "PAGO A PROVEEDORES". Desplomado, sentía desfallecer en pesadez. Una honda depresión sublevaba su interior; la batalla comenzaba a parecer perdida. Al menos tenía el consuelo de la chica de pagos, más conocida entre los "colistas" cómo la morochita. Todavía no se había atrevido a preguntar su nombre. Pero lo iba a hacer. Hoy, en algún punto, se presentaba con una valentía poco frecuente. “Perdido por perdido”, dirán. Pero no le importaba, después del repentino abandono de Julieta, poco le importaba. Y ahora era cómo un animal herido en su estima. Era capaz de todo y nada a la vez. A solo dos turnos de llegar a la ventanilla se percató de dos injustas cuestiones. La primera, la morochita no estaba. La segunda, y peor aún, la nueva chica de pagos no era tan novedosa para él. "Melina Casatti...la colorada". Intentó desviar rápidamente la vista cuando percibió que la Colo lo había descubierto. “Y ahora?...que le digo?....ya me vio, obvio que me vio y me reconoció…cómo me voy a cruzar con esta piba justo hoy…después de 20 años, mi noviecita de la primaria, la de la voz chillona”. La frase le sonó tranquilamente a una estrofa de tango barato. "Hola", dijo sistemáticamente la Colo con el mismo timbre que recordaba de la primaria. Sonreía tan graciosamente cómo en la foto de viaje de egresados a La Falda. A Federico lo inundó la nostalgia. "Editorial La Meca", señaló impaciente, esperando que finalmente la Colo se dignase a reconocerlo. Sin embargo, ella parecía más concentrada en las órdenes de pago que en el increíble y maravilloso encuentro que los unía. Federico no se aguanto más, si ella no iba a destrabar la situación debería, por una vez en la vida, ponerse los pantalones. "Creo que te conozco, vos no sos Melina?...Melina...de la primaria Moreno". “No,” asestó fríamente Melina, “me llamo Cintia. Creo que me confundiste”, y jocosamente agregó, "Parece que hoy no vas a poder decir que el mundo es un pañuelo", "Lamentablemente", respondió Federico. Pero el mundo si es un pañuelo; un pañuelo sucio.
Corte.

Tuesday, May 03, 2005

 

Charly era mi amigo pero no famoso

Desopilante e inchoerente. Casi diría vanidoso. Un pensamiento hiperquinético que se mueve veloz, intempestivo. No habían pasado más de dos horas del día y ya había meditado en matar cuatro personas, suicidarme tres veces, proyectar positivamente seis y negativamente ocho. Lo mejor, concluí... es llegar a ser alguien. Un tenista famoso, por qué no?...cómo Gastón Gaudio, pero no jugando. Mejor tirado en la cama con la Klosterboer masajeandome el hombro dolorido luego de haberle ganado a Federer. Famoso pero limpito. Y el hombro me duele solo para que me mimen...en la tele estan dando en diferido mi partido pero yo le doy la espalda. Para que no me tilden de orgulloso. En realidad me excita verme, y a la Klosterboer también. Lo usamos de incentivo a la hora de las zamarreadas. Ahora, sin embargo, no. Estoy para algo más tranka. Estoy para disfrutar mi estrellato. Y no soy número uno porqué no me da la gana, me gusta ser un tipo complicado. Me gusta andar enquilombándome la cabeza...para que después me mimen. Es sabido que a los número uno los admiran pero no los miman. Suelen tenerles tanto respeto que asusta tocarlos. Inmaculados, endiosados se transportan cómo ríspidas estatuas. Ese no es mi estilo. Aunque no lo parezca soy un necesitado de cariño. Tengo la sangre tan caliente que...no sé...se puede matear con mi sangre. Pero no es sangre gaucha. No amo mi tierra, no amo muchas cosas. Aunque si necesite cariño. Y cuando me acuesto, sueño. Y en mi sueños en general imito el real cotidiano. Una vez estuve con Charly y realmente era un asco. Tenía olor a podrido, llevaba la ropa rota y pantalones chupines. Ya no se le veía el bigote de tanta mierda que le salía por la boca. No tenía dientes y la barba a medio crecer (todo lo que podía crecerle). Estabamos en casa y me llenó el ambiente de un aroma nauseabundo. Hasta mi perro se quedó en el patio...ni él quería llevarle la pelotita para jugar. Pero que iba a hacer?...era Charly, una institución. Me lo tenía que bancar. Encima se puso a apretar con una mina, y no besaba cómo la gente común. Tampoco besaba cómo un famoso. Besaba cómo un chancho...y si nunca vieron besar a un chancho les sugiero que si tienen la posibilidad miren besar a Charly. No imagino algo más parecido. Me irritaba tanto la imagen que preferí convencerlo de ir a comprar algo de comer a la YPF. De mala gana se levantó, se subió los pantalones y por un segundo pensé que quizás lo que había visto era lo que nuca quise ver en mi vida. No aventuré ni siquiera a estimarlo por un segundo. Me dijo algo. No recuerdo que, pero me lo dijo tan cerca de la nariz que preferí borrarlo. Salimos y cuando caminabamos pensé que las cosas se iban a poner buenas. Ya no estabamos encerrados, por lo que el problema del olor estaba resuelto, y encima estaba con Charly!. La gente que pasaba algo tenía que decir. Algo tenía que pasar. Pero nadie decía nada...y nadie lo miraba. En realidad, nadie nos miraba. Y me observé por primera vez. Y por suerte yo era yo, pero mi yo estaba algo descuidado. Y...que hacía con un shorcito roto de Boca del 86?...y una musculosa blanca???... cuando se me ocurrió combinar así?. Y si. Tenía olor, y no recordaba haberme puesto desodorante. Donde lo había dejado?...había comprado?. Lo miré a Charly que torpemente se trasladaba cómo un zombi, y...claro. Era un linyera. Charly era un linyera....y yo era su compañero de linyas. Él también se fijó en mi por un par de segundos. Abrió la boca y ensayó algo parecido a una risita cómplice. No sé porqué, pero me tranquilizó corroborar que le quedaban dos dientes.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?