Monday, May 16, 2005

 

Doloroso fashion review

Basta. De ahora en más voy a llamarme Laurencio. Ese nombre si que dice algo; estoy cansado de mi nombre. En realidad estoy cansado de los nombres berretas. Laurencio, sin embargo, guarda un estilo muy particular...delicado cómo la seda, fuerte cómo el oso australiano. Me gusta. Además queda bien solo en la boca de la gente fina. A los negros de mierda les cuesta mucho concentrarse en los altibajos frecuenciales que tiene un nombre cómo Laurencio. Seguramente terminarían por inventar un espantoso apodo del tipo, "Loreta". Así sonaría uniforme, bien fácil para su lengua podrida. Para los más estrechos sería diferente. "Su nombre?"..."Laurencio..."..."Laurencio, que bien suena...Laurencio... una suave brisa deslizándose por entre el ventanal..., es increíble!, mi alma no puede resistirle, mis cuerdas vocales se derriten en deseo de volver a nombrarlo...Laurencio...me acabo de mear encima.". No importa, señor fino. Suele pasarle a todos los que se concentran fuertemente en mi nombre. Es peligroso pensar en él...solo hay que decirlo. Y cuando voy a una tienda (y no puedo nunca más llamarlo negocio, que gronchada!) el vendedor en general me invita la ropa de su sueldo, "llevesé estos capri también Laurencio". Acepto todo, aprovecho mi nombre. Claro, soy Laurencio. Pero nunca tendría una novia cómo Raquel Mancini. El problema de Raquel Mancini no es que las operaciones la volvieron un monstruo. El problema de la misteriosa fealdad de Raquel Mancini es que se terminaron los ochentas. Y Raquel Mancini, cómo todo objeto de moda arraigado en los ochentas, se desenvolvió horroroso a partir de los noventas. Era muy común ver a las hordas de puñeteros adolescentes (odio los que dicen "adolescente, de adolese, es una etapa donde todo duele Ramiro, no te preocupes ya va a pasar") masturbándose con solo imaginar una lamida a las grotescas cejas de Raquel (teñitelás grasa!!). Y sin embargo, cuando dieron los noventas, y comprobamos la existencia del Turco Mohamed, a nadie se le cruzó ir a lamerlo. Y vislumbrabamos a Raquel y al Turco juntos y no podíamos sino pensar en que la colita en el medio de la cabeza con el pelo semi-largo era diez veces mejor que el jopo con jabón de gliserina. Entonces en el dos mil viene todo el ochenta reciclado. Ni siquiera original. Cómo pretendemos entonces que Raquel Mancini no este cómo esta. Claro, pobre injerto humano, en los ochenta le dijeron que era hermosa, le mintieron con su belleza relativa en tiempo y espacio, y hoy, vuelve reciclada. Con el "touch" del nuevo milenio; un apocalipsis facial.
Otra cosa...ya que estoy...
El señor que viene y me dice..."Las mujeres soportan el dolor mucho más que el hombre, esta comprobado". Que?. Escuché bien?. Cómo lo sabe?, fue mujer o es usted una mujer?. Cómo puede asegurar semejante delirio si nunca una mujer va a sentir cómo un hombre y un hombre jamás podrá sentir cómo una mujer?. Entonces debo estar desinformado, seguramente usted sabrá que hay una nueva manera de medir el dolor. Al parecer, según me informa, el dolor puede interpretarse según decidueles. Entonces si me golpeo el dedo con un martillo, en cálculos aproximados nos daría mas o menos unos 170 decidueles. En cambio si me rompo el koxis contra un Iveco, no bajaría de 2000 decidueles. "Las mujeres soportan más el dolor...ellas tienen que parir...el hombre no lo soportaría". Y lo dicen cómo "parir...", acentúando la R final para que sea más dramático. Y que tiene que ver?. Si solo ellas saben cuanto duele?. Y si no duele tanto cómo nos hicieron creer?. No tengo ningún problema en parir. Si el destino quiere que alguna vez para (lindo conjugar este verbo) voy a estar preparado para el dolor de la misma forma que lo estoy cuando voy a vacunarme. Mire que las mujeres son muy gritonas eh!, andan llorando por cualquier cosa. Además, acaso, ellas saben cuanto duele una patada de Giunta?. Nadie puede negarme que una patada de Giunta en el tobillo no duela más que parir un cabezón. "Ay!, por favor, que locuras dice...no ve que parir es el arte de dar la vida?". Si, así parece, pero si sigue difamando mi teoría con vulgares exclamaciones impresionistas voy a clavarle una aguja de tejer en el cerebro. Vamos a ver que duele más. Ahora vaya derechito para casa. Y ustedes también, vamos!...a casa!...cada uno con su dolor.


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