Wednesday, December 28, 2005

 

El maravilloso mundo del sistemático

Sistemáticamente mi terapista se ha vuelto un sistemático. Aunque parezca mentira, poco tiene de redundante la frase y es por la suficiencia de la fuerza con la que dicta su sentencia. Mi pscicologo es un sistematico, y esto que suena a película de Francella y Emilio Disi, comineza a carcomerme el útero masculino. Él es, un embajador de la distancia. Y nunca he visto a alguien mantener tanta distancia con el entorno y sus anexos cómo este peculiar individuo. Por momentos creo fervientemente en la idea de que todo es parte de un gran plan...de que todo es parte de su terapia "para conmigo". Su vestimenta....chaleco, bigote...se llama Rafael. Es, sin dudas, uno de los personajes más extraños que he conocido, y sin embargo todavía no lo conozco. Puedo equivocarme, pero no puedo dudar de que dudo. Dudo, luego existo...y dudo de que él, a su vez, también me conozca. Es cierto que quizás mantenga cierta responsabilidad en este aspecto, pero nadie puede objetar en este nivel la calidad de los resultados alcanzados. Rafael me da miedo, me siento sodomizado por Rafael. Rafael destruye mi ego...y sin embargo lo destruye con armas nobles. El silencio...ese silencio que no dice nada. Porqué no falta el despiadado que asegura que hay silencios que dicen mucho, pero puedo asegurar que si hay un silencio que no dice nada es el de Rafael. Silencio de muerto...silencio de...de...¿de que pasa??, ¿que pasa por esa cabeza?. Un sistema. Un simple sistema coporizado y enlatado. ¿Es que yo crei quizás que era lo suficientemente distinto cómo para escapar al plan común y vulgar? ¿o caigo en lo mismo para acomodarme en el relajo de lo similar y manipulable?. ¿Todo siempra va a terminar en Edipo?. Me siento tan vulnerable y cobijable, tan estúpidamente ingenuo, que lo mataría. Esa quizás sea una vuelta inesperada, aunque dude de mi valentía. Y matar un psicólogo en esta deformada sociedad semi-conscientizada supondría poco mérito, además de indefectiblemente soportar las protestas del sindicato durante meses exgiendo seguridad para sus compañeros y ayuda comunitaria para las familias de los caídos en cumplimiento del deber. Pero lo que si sé que supone es que yo ya recibí las primeras señales. Esas señales que provienen del caos universal, señales que se estrellan con ímpetu en la fortuna. Porqué él, sabiendo de mi ansiedad, de mi caprichoso y aniñado ser que nunca espera, siempre fue adrede. Y siempre me hacía esperar en la puerta, y cómo siempre es tentar al destino y la suerte, en algún momento iba a pasar. Fue cuando la conocí más estrechamente a la anciana de pelo blanco. También comprendí que casi todos los mensajes espóradicos en mi vida son generados por gente grande, de pelo blanco y de ojos azules. En general almas errantes. Entonces acercóse a mi y mostrando un polluelo recién nacido que traía entre sus manos, dijo "señor...señor...mire...mire...es un polluelo...se cayó del árbol, está lastimado, en la veterinaria no quisieron atenderlo...gente mala...lo quiere usted?...lleveseló por favor...lleveseló". A pesar del avance obtenido en la relación con los ancianos y mis náuseas, no pude evitar cierto malestar que, de vago no aspiró a ataque de pánico. "tengo perro, señora, sería una picardía que en un momento de descuido se lo coma", "si si si...por favor!!!, que Dios todopoderoso no lo permita"...y yo no podía explicarme cómo un Dios tan superpoderoso podría preocuparse no solo por el polluelo, sino también por aquel vejestorio. Pero no dije nada, y no dije más en ningún momento seguido a aquella secuencia...ya no hizo falta. Rafael bajó esta vez con el chaleco color chocolate... tiene chocolate, verde, celeste y rojo, o por lo menos son los que quiere mostrarme. Miró dos veces al exterior...lo presentí inseguro...luego seguro...y abrió. Eso era algo que venía exigiendo desde hacía rato. Tenía que comprobar la relación de él, mi psicólogo con el otro...con el otro que no sea yo, fuera de su plan "para conmigo". Necesitaba escucharlo hablar de cosas, vivir el día a día, que los viejos lo aborden...¿porqué no?, ¿cómo reaccionaría Rafael ante la situación, si jamás lo había visto reaccionar ante nada?. "señor...señor" imitó la anciana al tiempo que los tres caminabamos por el pasillo que conducía a los ascensores, "...mire, esta lastimado, ¿no quiere un polluelo para cuidar?...¿no quiere?". Pero Rafael ni siquiera la miraba. Y cuando digo que no la miraba, no es que evitaba mirarla, era tan simple cómo suponer que esa "cosa" no existía. Porqué instáneamente la vieja trasladó su ser a la categoría "cosa". Y cuando indico "cosa", por supuesto habla bien de mi generosidad. Indudablemente y casi por primera vez en la vida, me sentí bueno..."el" bueno del film. Porqué yo era "el" bueno y él era "el" malo, furiosamente malo...despectivo hasta el hartazgo. Dolía tanta severedidad en su posición. Cuando cerró la puerta del ascensor nos dio la espalda, la vieja y yo quedamos expuestos el uno contra el otro, mientras que él sostenía la puerta con tantas ganas de abrirla que no me habría sorprendido si lo hubiese hecho en un entrepiso. La vieja o "cosa parlante" para ese entonces, solo pudo balbucear un dictámen que a pesar de su timidez quedó claramente tendido en el escueto elevador, "Dios mio...Dios mio" y clavando en mi vista sus enormes ojos azules inundados en locura insana agregó, "no tiene corazón...no tiene corazón...es cierto...si...si...no tiene corazón", mientras que al mismo tiempo señalaba lastimosamente la espalda de mi terapista con el polluelo entre sus manos. Y yo, a pesar de la ceguera producida por su verdad indomesticable, no pude más que sonreirle preocupado.
 

Resurrección

El tiempo pasó y casi lo recupero... hay tantas cosas, tanto río. La cuestión es que cuando uno más se aleja, a veces más se encuentra. Y yo no me encontré, por el contrario, me deshice en personajes superfluos. La confusión es tal que soporto el peso de la decepción con valentía, cómo un estoico de la frustación. Esto se convierte en una infausta cita con el destino, y si mi destino es volver, de corajudo nomás, voy a patear el tablero. Y voy a decir cosas, verdades de las que duelen. Permiso, vuelvo...no sé cómo ni hasta cuando, pero me urge.

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