Chaufan

Una vez ensayé satisfactoriamente la fórmula del éxito. Cómo diría un amigo, se me "pegaban" las minas. Era un lindo guacho, narigón pero atractivo; de esos naretas de antes, cómo Corbatta...los narigones son wines (una película de Eduardo Migñona). Y cuando menos lo esperaba caí en desgracia, o mejor dicho, en la desgracia de alguien...en la mia. Porqué las desgracias siempre son de alguien, no les gusta ser huérfanas, y hoy me siento así...indefinidamente desgraciado. Y feo, vulgarmente horrible. Algo libidinoso porqué negarlo, extasiado en secretos sin nombre. Si, ho!, llegara a cruzar a Adonai por Federico Lacroze, sabría muy bien de mi desdén. Comprendería entonces el porqué de mi irreverente arrogancia, y con su infinita y magnánima bondad perdonaría mi cagada a trompadas. Porqué si hoy me lo cruzo lo boxeo, y lo boxeo con ganas. Al principio, iría perdiendo la pelea. Pero cómo Rocky contra Drago, la daría vuelta lentamente y de tal forma que hasta el Papa (el de antes, el de ahora no puede ser papa, tiene cara de malo) se incorporaría en su silla para aplaudirme; símil premier Ruso. Amo la palabra premier. Y es increíble que se me halla escapado un amo. Aunque es un amo sucio, devenido de un día de odio. Este no me engaña, estoy harto de los amos encubiertos. Y eso es todo lo que tengo para decir hoy.