Monday, February 27, 2006

 

Federico Valenzuela y Ruth Infarinatto

Permitanmé señalar una cuestión que no por ser obvia finja ser menos importante: la altanería es el don de los ilustres. El mismo día que Federico Valenzuela conoció a lo que tiempo después se convertiría en su ex-novia, fracasó el plan que durante un año brillara incandescentemente en su siniestra mente. Lo peor del caso es que aunque la gente, y en ese momento, hasta sus amigos más cercanos no lo creyeran, en el fondo de su alma las situaciónes cerraban de manera absoluta y eficazmente. Federico Valenzuela amaba, o por lo menos cuando llegara el momento, amaría a Ruth Infarinatto, conductora de MTV, y sin embargo estaba decidido a que esa relación terminara. Él iba a dejarla, y ella suplicaría. Suplicaría para acabar con su desdicha...la desdicha de enamorarse de un don nadie que le enseñaría deslealmente que en la vida nadie puede obtenerlo todo. Federico no tenía todo, estaba muy lejos de tenerlo, pero la quería a ella, y más que nada quería que ella no lo tuviera todo. Ese fue su objetivo desde el mismo día en que vio la espectacular figura de Ruth posarse en la estrambótica pantalla de MTV. Ya había escuchado rumores en el canal de que iniciarían prontamente una nueva presentadora. "Mirá lo que es ese bombom....por favor", escuchó exclamar asqueado a sus compañeros de trabajo mientras cargosamente movilizaban sus míseras existencias contra el televisor. Para estar bien cerca, para verla en detalle ...y por más que Federico trató de explicarles que si seguían acercandosé verían los puntos planos de aparato, ellos siguieron agolpándose hasta ahogarse en sus viciadas y sudorosas masas corporales. Federico tuvo casi un año para examinarla en su totalidad. Entedió su proceder, su juego, su plan. La forma en que se movía, cómo dejaba entreveer parte de su pierna al hablar con un oyente, cómo deseaba con sus labios al contestarle. En pocas palabras, Ruth Infarinatto era simplemente, esa clase de mujer. Y cuando Federico se refería a "esa clase de mujer", quería decir la clase de mujer que sabe perfectamente mover el mundo con su arte sensual. Y ni siquiera tienen que mostrarse desnudas, porqué mostrarse enteras significaría el abandono a la ilusión. La ilusión de ser uno quien la desnude, y no otro. Porqué lo que verdaderamente atrae al hombre de las mujeres cómo Ruth es que uno las sabe vírgenes y solitarias a pesar de que tamaña aseveración sea tan improbable cómo su conquista. Ruth, era hermosa, no había dudas. Además de eso, un mundo de gente, hombres y mujeres incluídas, seguramente querrían conquistarla...protejerla, descubrir esa tierra llena de sociego y amor. Por eso Federico tendría que evitar inteligentemente enamorarse demasiado de aquella musa sino quería terminar cómo los marinos que oyeron cantar a las sirenas en el barco de Ulises. Él sería Ulises, disfrutaría de su canto, pero no se acercaría a ella...la dejaría morir para explicarle que nadie puede obtenerlo todo... cambiaría aquella mirada para siempre. Luego de que Federico consumara su plan, Ruth tornaría su expresión enamorante por una nostálgica y triste. La misma que captó Federico en Matías Martin al separarse de Nancy Duplaá.
Finalmente, y luego de una espera que Federico catalogó de "dulce", la fiesta de fin de año en la empresa fue el lugar elegido para la unión de sus dos vidas. Al llegar al lugar, maldijo mil veces dos cuestiones que categóricamente virarían la noche hacia un rotundo fracaso. La primera, y a pesar de si haber pensado en las diferentes maneras que le quebraría el corazón, no se había detenido ni por un momento, por lo menos hasta unas horas antes de la fiesta, en cómo la encararía. Increíble. Se vio a si mismo tan arrogante e inmortalizado en sus acciones que jamás vislumbró que al llegar el momento se vería tan pequeño en relación a ella. La segunda, y gracias a la inmediata consecuencia de la primera, decidió emborracharse, y lo peor, hacerlo con un compañero "extrovertido". Cuando llegó, la vio obviamente en el centro de la pista. La rodeaban cinco o seis personas, entre ellas, mujeres y hombres codiciados y estimulados por la música y la efervescencia del lugar "Mirá...bolu, miraaa...ahí esta Ruth, la presentadora....uuuhh que garchable esta, vamos más cerca". Su desquiciado, y ahora embriagado compañero que nada sabía de los planes de Federico súbitamente lo tomó de un brazo y comenzó casi a arrastrarlo hacia ella. Federico no podía creer lo que estaba sucediendo, y ya no diferenciaba lo bueno de lo malo. La cuestión era que haberse enredado con este tipo quizás facilitara las cosas. O no. Pero decididamente era un riesgo que estaba dispuesto a correr. "Neeeee...no esta taaaaaan buena cómo parecía", escuchó señalar a su compañero, y sin embargo Federico que absorto contemplaba cómo Ruth se movía y sonreía a cada persona que invadía su espacio limítrofe corporal no le dio la importancia que este dictámen merecía. Y porqué?. Porqué en poco menos de un suspiro Federico y su pesada compañía quedaron expuestos cómo los borrachos andrajosos y detestables que no saben disfrutar por envidia. Envidia de la mala, de la más baja, la que solo escupe lo nefasto. "Andateeeeeee Ruuuuuuuth, sos feaaaaa, sos feaaaaa Ruuuuth, que te haceeee la lindaaaa". Federico creyó soñar esas palabras que tropezaban al salir. Lo soñaba o eran reales?. Ruth lo miró con el gesto más despectivo que una persona puede disparar, y sin embargo todavía mantenía algo de sensualidad. Podría vivir tranquilamente cobijado en esa mirada porqué Federico entendió que era más hermosa de lo que imaginó en un primer momento; momento en el cual ideó aquel desquiciado y ahora fallido plan. Decidió huir del lugar lo más rápidamente posible y logró escabullirse detrás de los sillones del apartado. Todavía podía ver a su compañero insultar al aire y a la vida al ser retirado casi por la fuerza por algunos otros compañeros que no podían explicar su actitud. Y aunque Federico podía explicárla, o por lo menos creía poder, jamás pensó en acercarse a aquel deshauciado nuevamente. Se sentía tan similar, tan peculiarmente igual a aquel engendro que tuvo cierto temor. Y el temor provenía de la verdad inexpugnable de que al menos ese hombre que ahora era suspendido en el suelo y vomitaba por las orejas, era puramente auténtico. Su rencor se desprendía facilmente, cómo si fuera esmalte. En cambio, Federico lo mantenía dentro. Pintaba su alma de negro mientras por fuera se las ingeniaba para aparentar un oasis. El caso es que si Ruth hubiese sido conquistada por Federico, este hubiera podido asesinar por ella a pesar de guardar siempre aquel rencor inicial. Rencor que entendía lo llevó finalmente a enamorarse y buscar ese amor. Pero... ¿por qué el motor de cada emprendimiento en su vida provenía de algo negativo?, ¿por qué necesitó de aquella malicia premeditada para desenvolverse y actuar por una causa justa y sentimentalmente quijotezca?. No lo sabía. Esa misma noche, sentado en uno de los escuetos sillones del lugar y con la consciencia cuestionada, Federico conoció a Gabriela. Gabriela se transformaría en su amor maldito durante más de un año. Ella conquistaría su corazón abierto, jugaría con él y lo abandonaría casi deshecho. Luego de un tiempo, Federico suplicaría casi de la misma forma que creyó lo haría Ruth.


<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?