Monday, January 30, 2006

 

Sobre Loma Bola

Dicen que volver es el pecado de los valientes pero yo no me siento un cojonudo. Y estoy muy lejos de serlo. Puede entonces que lo más acertado sea declarar a boca abierta que la virtud de un cobarde es su eterno retorno. Ahi si. Me convierto en un virtuoso solo con un simple juego de palabras. Que fácil es ganarse el olimpo. Seguramente por eso en la antiguedad maldecían a los sofistas y dialécticos. Estuve en la montaña, me bañé en sus arroyos y jugué con sus cóndores. Conocí un mapuche, según él, el único en cien mil hectareas a la redonda, abracé hombres, mujeres y niños. No suspiré rencor ni envidia, evité mirar a los ojos irreverente. Saludé y me saludaron, amé y me amaron. Deleité mis ojos con el imponente y majestuoso, acaricié mis oxidados y citadinos poros con el viento zonda, padre de todo soplo fuerte. Desvanecí mi ira, apacigué mis endemoniados impulsos...floté sobre un cúmulo de bondad desinteresada, insípida para los desalmados. En esos sitios es donde se valora la muerte, no se le teme. Porqué la muerte es parte de la vida, y la vida a su vez es parte de la muerte. Y todo cierra, hasta en las campanadas de la humildona capilla de Loma Bola (y no me rio de su nombre por verguenza, verguenza de llamarme Capital, tan liso, tan neutro, tan caca. Capital, Loma Bola...y yo me inclino por el aire que da llamarse cómo a uno se le canta, y no tener que decir Capital. Cómo si aclarando uno mostrara sus cartas de impetuoso. Y vos??...jajaja Loma Bola?? jajaja. Si, Loma Bola replico yo urgando en mis deseos de matarlo. Sin embargo, jamás un lomabolence?, Lomalero?, Lomasonico?, le responderá, porqué no esta en su naturaleza captar tanta insignificancia), humilde porqué sabemos de la frenética carrera del egoísmo y la ambición. Humilde, y en su humildad está el significado de su campanada. Campanadas que dan aviso de muerte, y cada vez que muere alguien en Loma Bola suenan. Suenan tristes y también indiscretas. Volver, dicen...y yo vuelvo. Y cuando el retorno las primeras apariciones. Un mozo anciano, copas que se le caen, gente que se rie. Un hombre noño, maldito engendro de oficina, destino: esclavo por siempre rencor por vida. Porqué en tu risa esta tu perdición, esa que te convierte cada vez más en un monstruo multiforme, reconocible en la sociedad. Dientes pulcros, maníaco detallista, risa ronca envuelta en candado argentino. No puedo escribir más sin antes vomitar en tu engendro, porqué sos tan pobre, tan negativamente pobre al llevar resuelto esos zapatos berretas acompañados por un reloj imitación. Apoyándose en sus cómplices sin cerebro más que para seguir a alguien un poco más despiadado que ellos, desconociendo en absoluto el límite entre inteligencia e imbecilidad. Porqué en ese amplio y extenso límite se pierden en su nebulosa obtusa y sin remedio. Avivando al más extrovertido por gracia del destino, encorvándose sobre su peso muerto de timidez y mediocridad. Y si. A vos te miro irreverente, y me sale el odio más temido sobre tu escueto marco. Podría desayunarme con vos, o dejarte para el almuerzo si tengo ganas. Pero no me alcanzás ni para postre, no alcanzás a compararte ni con una uva. Y te veo hormiga...si si...te veo hormiguita sin ton. En Loma Bola maté hormigas, y muchas. Es que me di cuenta que si los números no fallan pueden llegar a haber en el mundo algo así cómo un millon de hormigas por persona. Y no sé si soy lo suficientemente claro. Pero si algún día a una de las hormigas se le ocurre revelarse, vamos a tener serios problemas. Y no se crean que por ser hormiguitas van a ser piadosas, porqué cuando ataquen serán tan implacables cómo lo somos nosotros con ellas. Y nos mirarán desde abajo con el mismo indeseable deseo de exterminio sintetizado en sus, hasta ese momento, indefensas antenitas. Sin embargo, la única especie que se sabe Dios al matar es el hombre. Es el poder de quitarle lo más valioso a otro porqué a uno se le ocurra. Un sin sentido de matanza inútil, deliberada y malintencionada. Mato hormigas porqué sufro de envidia, envidia de ser inferior. Casi tan inferior cómo la hormiga, solo que un tanto más alto.


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