Tuesday, January 03, 2006
Federico Valenzuela y la super-amiga
"Capacidad...", "capaz...", "capanga...", pero un vientazo que desarmó el orden de la cocina lo hizo saltar de la cama. Federico no puede entender porqué a veces sus sueños se empeñan en relacionar palabras. Para peor, no recuerda imagen alguna que adorne la estructura. "Capacidad"..."capaz"..."capanga", ¿capanga?, ¿en que estaba pensando antes de acostarse?...ah si, el temita de las larvas en el baño. Preocupante. ¿Y ahora?...la super-amiga. Solo acordarse de ella le produce palpitaciones...
Si tan solo pudiera odiarla cómo lo hace con la mayoría de las cosas seguramente no le produciría el indeseable efecto negativo. El efecto negativo deslumbra en su consciencia cuando no puede vulnerar lo normalmente estipulado. Y este era un caso fiel a esa premisa…nadie odiaba a Verónica, porqué Verónica era la super-amiga, y a los super-amigos solo los odian los malhechores; los archienemigos. Federico llegó a la conclusión de que él no era un malhechor, no había logrado ser tan malo cómo el Wasón o el Pingüino, pero tampoco era bueno. Era humano, demasiado humano, y sin embargo, también esto conllevaba a sentir rechazo por el proceder de Verónica. Verónica era humana, pero sin dudas, no era “demasiada” humana, lo que implicaba un comportamiento por demás neutro, sin vida…con poco brillo original. Y podía engañar a mucha gente con su eterna sonrisa de abrigo al sin casa, pero no a Federico. Porqué lo que sentía Federico hacia Verónica estaba muy lejos de ser envidia o rencor, era sin miramientos un culposo sentimiento de ser imperfecto. Entonces siendo ella alguien tan “compinche”, ¿cómo podría odiarla tan fácil?. Ese odio había que trabajarlo, llegar hasta el fondo…machacar sobre su podredumbre. Y lo que a Federico le molestaba también era la manera cómo Verónica vendía su persona. A Verónica le encanta contar sobre sus amigos, pasa la mayor parte de su vida relatando odiseas en las cuales sus amigos son siempre las vedettes del caso. Pero lo más extraño es que cuando esta con unos amigos cuenta sobre los otros, y cuando se encuentra con estos otros cuenta sobre otros…y así indefinidamente. Verónica nunca tiene dos historias con un amigo, todos los cuentos casi siempre tienen personajes diferentes. Esto produce instantáneamente la sensación de multitud multifacética. Y uno dice “Vero!, cuantos amigos que tenés!...sos una genia de los amigos!”. Entonces Verónica sonríe dichosa y exuberante con este proclamado anti-complejo y responde algo que sin dudas lo ha estudiado para no ser presa fácil de la incredulidad y desconfianza, “noooo, yo solo tengo dos amigos…Juanchi y Pinchi”. Pero Juanchi y Pinchi son sus comodines fantasmas. Lo utiliza para demostrar al oyente que ella es incondicional, que cuando uno es amigo de Verónica puede dormir destapado, porqué ella lo va a tapar…porqué Verónica es fuerte y convincente en lo que refiere a amistad; uno puede deshacerse en ella…y no hay persona que conozca a Verónica que no quiera llegar a ser Juanchi y Pinchi. Ellos representan el éter de la amistad, la idea platónica de la relación entre dos personas que no se gustan sexualmente. Juanchi y Pinchi son lo que Verónica proyecta de su persona. Verónica no habla, escucha aunque uno no tenga nada para decir… “dale Fede, confiá en mi, contame que te pasa”. Pero Federico prefiere inmolarse en un Mac Donald´s antes que Verónica sepa algo de él. Jamás podría soportarlo, se asfixiaría en el momento de abrir la boca. Es muy difícil que Federico este siquiera cerca de Verónica, su posición endiosada le produce rechazo, lo vuelve incómodamente corrosivo. Entonces es cuando tiene que soportar el peso del desaprobamiento generalizado de una sociedad que vive de la amistad…aún comprobando su falsedad. Porqué la gente prefiere al positivamente espurio, un imaginario aparente y simulado, que al negativamente verdadero, auténtico e indiscutible.
Si tan solo pudiera odiarla cómo lo hace con la mayoría de las cosas seguramente no le produciría el indeseable efecto negativo. El efecto negativo deslumbra en su consciencia cuando no puede vulnerar lo normalmente estipulado. Y este era un caso fiel a esa premisa…nadie odiaba a Verónica, porqué Verónica era la super-amiga, y a los super-amigos solo los odian los malhechores; los archienemigos. Federico llegó a la conclusión de que él no era un malhechor, no había logrado ser tan malo cómo el Wasón o el Pingüino, pero tampoco era bueno. Era humano, demasiado humano, y sin embargo, también esto conllevaba a sentir rechazo por el proceder de Verónica. Verónica era humana, pero sin dudas, no era “demasiada” humana, lo que implicaba un comportamiento por demás neutro, sin vida…con poco brillo original. Y podía engañar a mucha gente con su eterna sonrisa de abrigo al sin casa, pero no a Federico. Porqué lo que sentía Federico hacia Verónica estaba muy lejos de ser envidia o rencor, era sin miramientos un culposo sentimiento de ser imperfecto. Entonces siendo ella alguien tan “compinche”, ¿cómo podría odiarla tan fácil?. Ese odio había que trabajarlo, llegar hasta el fondo…machacar sobre su podredumbre. Y lo que a Federico le molestaba también era la manera cómo Verónica vendía su persona. A Verónica le encanta contar sobre sus amigos, pasa la mayor parte de su vida relatando odiseas en las cuales sus amigos son siempre las vedettes del caso. Pero lo más extraño es que cuando esta con unos amigos cuenta sobre los otros, y cuando se encuentra con estos otros cuenta sobre otros…y así indefinidamente. Verónica nunca tiene dos historias con un amigo, todos los cuentos casi siempre tienen personajes diferentes. Esto produce instantáneamente la sensación de multitud multifacética. Y uno dice “Vero!, cuantos amigos que tenés!...sos una genia de los amigos!”. Entonces Verónica sonríe dichosa y exuberante con este proclamado anti-complejo y responde algo que sin dudas lo ha estudiado para no ser presa fácil de la incredulidad y desconfianza, “noooo, yo solo tengo dos amigos…Juanchi y Pinchi”. Pero Juanchi y Pinchi son sus comodines fantasmas. Lo utiliza para demostrar al oyente que ella es incondicional, que cuando uno es amigo de Verónica puede dormir destapado, porqué ella lo va a tapar…porqué Verónica es fuerte y convincente en lo que refiere a amistad; uno puede deshacerse en ella…y no hay persona que conozca a Verónica que no quiera llegar a ser Juanchi y Pinchi. Ellos representan el éter de la amistad, la idea platónica de la relación entre dos personas que no se gustan sexualmente. Juanchi y Pinchi son lo que Verónica proyecta de su persona. Verónica no habla, escucha aunque uno no tenga nada para decir… “dale Fede, confiá en mi, contame que te pasa”. Pero Federico prefiere inmolarse en un Mac Donald´s antes que Verónica sepa algo de él. Jamás podría soportarlo, se asfixiaría en el momento de abrir la boca. Es muy difícil que Federico este siquiera cerca de Verónica, su posición endiosada le produce rechazo, lo vuelve incómodamente corrosivo. Entonces es cuando tiene que soportar el peso del desaprobamiento generalizado de una sociedad que vive de la amistad…aún comprobando su falsedad. Porqué la gente prefiere al positivamente espurio, un imaginario aparente y simulado, que al negativamente verdadero, auténtico e indiscutible.