Friday, June 17, 2005

 

El arte de aplaudir (y ser aplaudido)

Sin lugar a dudas el objetivo primario debería desembocar en ser aplaudido. No importan los medios pero si el fin, y el fin de todo es ser reconocido cómo gloria única e inalterable. Yo me amo, él me ama, ellos me aman. Pero no hay muchos que lo logran, y pocos si quiera pellizcan una mueca. Sofovich se ama, él lo ama y ellos lo aman. El ruso puede decir cualquier cosa, y hasta la más ignota será admirada y venerada cómo palabra sabia. Él lo sabe, ellos también, y sin embargo es inevitable aplaudirlo, porqué aunque cueste admitirlo, él es un "aplaudido por naturaleza". Los "aplaudidos por naturaleza", a sabiendas de su condición, conducen y aprovechan cada centimetro de su favoritismo en la vida. Despreocupados por el temido "que dirán", libres y joviales, no escatiman en gastos a la hora de hacer aplaudir. El éxito seguro los endulza en una confianza sin coto, en una pedentería desmedida y uniforme que no ahonda en trivialidades. Pero que de los "ex-aplaudidos por naturaleza"?. Si, ellos son la fiel muestra del mal Karma. Porqué pasar de la gloria magnánima a ser un deshecho industrial, es de dolo eventual para cualquier ser humano. De caerse por la escalera y ser un "genio!, mira que fenómeno cómo se cae!! parece Chaplin!" a "que pelotudo, sabés que nunca vi un tipo tan boludo" hay una distancia tan pasmosa que irrita comprobarla. Y duele convertirse en un pelotudo que no aplauden. Aunque si me preguntan por lo bajo debo confesar que si tuviera el poder de elección para decidir entre nunca haber sido un "aplaudido" y haberlo sido un tiempo, opto sin dudas por la segunda. Prefiero probar el elixir de la genialidad un tiempo, comprobar la deidad en los ojos de la gente y cotejar el poder absoluto. Para cuando la cosa cambie, me convertiré estoicamente en un ex-aplaudido, renegaré eternamente con el rencor del que lo tuvo todo y con el remordimiento de haberlo perdido. No miraré nuevamente a nadie a los ojos, porqué allí me veré reflejado. Viviré en un mundo sin alma, perdido... solo. Tomaré mate cocido, la bebida de los negros, porqué en ella ahogaré mi profunda pena y sacrificaré mis pecados. Jamás he de osar aplaudir a otro cómo así tampoco defenestrarlo, no tendré opinión sobre las cosas...no podré diferenciar el buen trato o los malos modales. No podré saborear o degustar, ni tentar a un ajeno a hacerlo. Y el sexo?, será indeseable...solo me conformaré en pequeña medida con la autosatisfacción, masturbándome pensando en nada; con la imaginación tan vacía que se me obligará a excitarme con la pantalla en blanco. Lo perderé todo ya que no se me permitirá expresarme; seré un inexpresivo. Porqué es sabido que los inexpresivos, la gente categóricamente insulsa, en algún momento fue un "aplaudido" que ahora debe limitarse a su infierno personal, ese que nos lastima con su aplacamiento. Hay que mantenerse en el show, intentar quedarse parado; cómo en el zamba del Italpark. Son esos valientes mentecatos los que nos despiertan los primeros aplausos, aquellos son los primeros pasos de un "aplaudido por naturaleza". Pero así cómo el bailarín despierta nuestra admiración y aplauso al ritmo de Erasure, también resulta complicado que le escape a la desdicha de romperse el huesito dulce engendrando instantáneamente las cobardes e hirientes burlas que, disfrazadas en crueles rostros deformados por la maldad, otrora lo bautizaban ídolo. Y eso es un mal irremediable con el cual hay que convivir; difícil es hundirse en el descreimiento. Sin arriesgar,... nunca me paré en el Zamba, a penas si podía subirme. Sin embargo, siempre aplaudí al que se mandaba. Es un buen ejercicio meditar sobre la última vez que a uno lo aplaudieron (si es que alguna vez lo han hecho), recordarlo reconforta.


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