Thursday, March 31, 2005
Sobre fúnebres y recordatorios
Hoy estuve bastante tiempo manejando en la calle y se me cruzaron tres coches fúnebres con sus respectivos dolientes seguidores. Siempre tuve ganas de instalarme detrás del primero, machacarlo a luces y bocinazos y cuando ya lo considere suficiente, ponerme al lado adjuntándole una honrosa puteada del tipo "La concha de tu madre, forro, que estás, paseando?. Habría que tomarlo, si quieren, cómo un fetiche personal. O cómo un amo devenido del odio. Amo putear coches fúnebres. La personas que circulan en este tipo de vehículos son, sin dudas, gente muy extraña. En general son narigones. Pero no de nariz grande, sino más bien delgada, larga y ajetreada. Algunos falsos escritores adorarían denominarla "aguileña" aunque yo odio ese término. Por supuesto, permítanme dejar para otro post el porqué de mi negativa. Solitarios, ninguno de nosotros vislumbra conscientemente la verdad de que este peculiar personaje literalmente lleva un muerto encima. Y no cualquiera se animaría a hacerlo. Yo, sin embargo, me arriesgaría. Y no por valentón. Uno de mis puntos débiles son los muertos. Es harto conocido que en general siempre vuelven y no cómo los conocimos...siempre vuelven con mensajes extraños, no se les entiende que quieren y siempre piensan que para uno es muy común verlos. Entonces si no le prestás atención se enojan. Y que feo que se te enoje un muerto. Por eso, decía, no es de corajudo que me gustaría. Es mi deseo andar en un coche fúnebre únicamente por el que dirán. Entonces las hermosas señoritas de recoleta comentarían entre ellas recatadas, "mirá Debby...ahí va él llevando un muerto de nuevo. Cómo me gusta con ese lúgubre trajecito negro penumbra, esa cara de nada resuelta en esas ojeras de hombre neutro, labios lánguidos y uniformes. Dicen que si te acercás mucho...te congela la sangre con sus ojos profundamente vulgares. Los que tuvieron la chance de sorprenderlo fuera del auto aducen que es tan delgado que muy factiblemente se disuelve en el asiento". Es el personaje que nadie quiere conocer. Es más, no sé de ninguna persona que pueda asegurarme que conoce íntimamente a un cochero funesto. Cómo si fuesen una raza aparte, aislados del mundo solo se presentan cuando sucede algún funesto. Otra cuestión. Tengo un miedo que resulta contradictorio; un morbo. Cómo cuando no puedo dejar de mirar las fábricas vacías en la ruta a la noche a pesar de que me estremecen. Desde siempre, no puedo escapar a leer los fúnebres. En realidad, lo que no puedo dejar de hacer es inmiscuirme en los recordatorios. Para que un recordatorio sea bueno tiene que ser altamente sentimental, y por supuesto, decorar con la edad del fallecido. Cuando más joven, más morbo. En los cementerios solo me acerco a los que tienen la fotito. Desecho de mi interés a todas las personas fallecidas después de los cuarenta años.
A mi me parece que cuando uno se muere puede elegir otro camino. Seguramente lo tienen todo narrado, con todos los finales posibles. Entonces, cómo si fuera un “elige tu propia aventura”, uno llega al edén y empieza a elegir desde donde tiene ganas. Por ejemplo, me morí a los cincuenta y cuatro, pero a los treinta y dos opté por un camino que ahora quiero cambiar. Estaba en un partido de fútbol y en una jugada de gol en la que me iba solo, tenía la opción de “largarla” a un compañero que venía mejor perfilado o “pegarle al arco”. En mi primer elección le pegué al arco, fue gol, pero me desgarré y nunca más pude recuperarme del todo. Ahora, entonces, ya muerto elijo la primera, me manda a la página 10.456 y vuelvo directamente a ese momento(si la vida y la muerte se desenvolviera de esta forma, seguramente el libro de “elige tu propia aventura” sería un poco más grande que el que conocemos. Vendría por tomos y habría que hacer una cola tremenda para llegar a pedirlo). Obviamente, en el caótico regreso a la vida me olvido que morí hace un rato por lo cual, puedo seguir cómo si nada. Lo burlonamente cruel sería que a pesar de “largarla” y que la jugada termine en gol de mi compañero, me desgarre en el salto del festejo. Es el destino en una tragedia griega. Los libros están guardados y altamente custodiados por almas divinas que no entran en el juego. Por ejemplo, Hendrix. O cualquier famoso. Los famosos no juegan. Vienen, eligen, mueren y se van para no volver más. Tienen una sola chance porqué saben que van a saber famosos de ante mano. Entonces te toca de librero el famoso que tenga tu inicial de apellido. O sea, si tu inicial es la V, puede tocarte tanto Van Basten cómo Verni. Yo, por las dudas, espero que Alan Faena viva lo máximo posible.
A mi me parece que cuando uno se muere puede elegir otro camino. Seguramente lo tienen todo narrado, con todos los finales posibles. Entonces, cómo si fuera un “elige tu propia aventura”, uno llega al edén y empieza a elegir desde donde tiene ganas. Por ejemplo, me morí a los cincuenta y cuatro, pero a los treinta y dos opté por un camino que ahora quiero cambiar. Estaba en un partido de fútbol y en una jugada de gol en la que me iba solo, tenía la opción de “largarla” a un compañero que venía mejor perfilado o “pegarle al arco”. En mi primer elección le pegué al arco, fue gol, pero me desgarré y nunca más pude recuperarme del todo. Ahora, entonces, ya muerto elijo la primera, me manda a la página 10.456 y vuelvo directamente a ese momento(si la vida y la muerte se desenvolviera de esta forma, seguramente el libro de “elige tu propia aventura” sería un poco más grande que el que conocemos. Vendría por tomos y habría que hacer una cola tremenda para llegar a pedirlo). Obviamente, en el caótico regreso a la vida me olvido que morí hace un rato por lo cual, puedo seguir cómo si nada. Lo burlonamente cruel sería que a pesar de “largarla” y que la jugada termine en gol de mi compañero, me desgarre en el salto del festejo. Es el destino en una tragedia griega. Los libros están guardados y altamente custodiados por almas divinas que no entran en el juego. Por ejemplo, Hendrix. O cualquier famoso. Los famosos no juegan. Vienen, eligen, mueren y se van para no volver más. Tienen una sola chance porqué saben que van a saber famosos de ante mano. Entonces te toca de librero el famoso que tenga tu inicial de apellido. O sea, si tu inicial es la V, puede tocarte tanto Van Basten cómo Verni. Yo, por las dudas, espero que Alan Faena viva lo máximo posible.