Thursday, February 03, 2005

 

Un faso con Dios

Escuché el clásico chistido tímido y ya sabía que era él. No sé porqué, pero siempre me llama de la misma forma. Y cómo siempre, una excusa diferente para cada ocasión. La verdad es que lo que más me molesta es que él nunca se molesta...siempre me hace subir. Apenas me ve, ya se ataja...”sory...pero viste cómo es en vacaciones, se llevan todo a la costa y no se consigue por ningún lado”....la conversación continua casi calcada...le digo...”mira que yo no creo en vos eh”...”todo bien…”, contesta “armás vos?”. Decí que hay algo en él que me atrae, porqué no soy de armarle a cualquiera. Y a Dios le encanta mi faso...durante las primeras pitadas lo único que hace es alabar la calidad. Dice que desde que se fue el arcángel Julio en el cielo no se consigue nada bueno. Yo en general no hablo mucho...es de la clase de personas que tiene una respuesta para todo; me satura. Además cuando habla te golpea levemente el brazo o la pierna acercando su rostro de tal forma que incomodaría a cualquiera en sobremanera. En general tiendo a alejarme o a mirar para otro lado para evitar que su aliento infecte mis fosas nasales. Ama las berenjenas al escabeche. Cómo sabe que odio sus sandalias neo-hippies que dedican su existencia a aprisionar el dedo gordo del pie, cuando viene a buscarme se pone zapatillas. Esta vez tenía unas Reebok, esas botitas negras...para mi son de mujer, pero no dije nada. En plena lujuria y cuando nos divertíamos observando como un perro Collie, que obsesionado por un travesti intentaba montarle la pierna derecha, aparece un desgarbado narigón con pinta de bohemio. Disimuladamente Dios se esconde detrás mio y me pide que actúe cómo si él no estuviese. El bohemio narigón me mira, desconfiado lanza una olfateada y sigue su camino. Tuve ganas de gritarle algo pero Dios me codeó el riñón y me contuve. Cuando estuvo lejos le pregunté que pasaba. Me contó que le debía una fuerte suma de dinero y que hacía rato le andaba escapando. Me relató detalladamente su crítico estado de cuenta y su enorme deuda con el fisco. Se deprimió un poco así que tuve que animarlo haciendo un infantil truco de magia que le arrancó una fuerte carcajada. El final repetido nunca tardaba en llegar... cuando a Dios le da el bajón no come chocolates. Cuando a él le da el bajón se despacha en excusas sobre sus labores pasadas. Y empieza por contarme el porqué de su decisión del diluvio...porqué Sodoma y Gomorra...porqué le pidió a Abraham que sacrifique a su hijo e infinidad de quilombos en los que estuvo metido en el antiguo testamento. Me explica que era joven, que tenía toda la eternidad por delante, que se sentía omni, que los demás Dioses fracasaron por dejarse estar, que él juró que nunca le iba a pasar, bla bla bla. Cuando Dios se pone así, es intratable. En ese momento aprovecho para ratearme. Le explico que al otro día tengo que levantarme temprano y que si llego tarde de nuevo ya no me serviría la excusa de “Dios necesitaba hablar conmigo”. Antes de irme, y en un acto de piedad inaudita, ahuyento con una patada al Collie que jodía al travesti. Ya me hartaba la situación con solo mirarla. Dios de paso, guardó en su morral el faso restante. Al percatarse de que lo estaba siguiendo se acerca apresurado y me dice...”Me puedo quedar con esto no?...vos tenés mas?”...”Si, quédatelo tranquilo”...”Seguro no?...mira que no quiero dejarte sin nada”...”No te preocupes, de verdad”. Odio cuando Dios la juega de víctima.



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