Friday, February 11, 2005

 

Lujuria

Tuve un encuentro cercano con tres seres galácticos suprasexuales. Detuvieron el taxi en el que viajaban a pocos centímetros de mi auto. Esperábamos la señal verde en un semáforo cualquiera. Además de los tres especimenes obviamente viajaba el tachero, quien de a ratos relojeaba inquieto, en una mezcla de complicidad y nulidad absoluta que lo delataba. Desenvainé mi curiosidad más inescrupulosa y preferí mirar a discreción. Eran, por el momento voy a llamarlos, dos “chicas” y un “chico”. El trío llevaba corte de pelo a ras y una hermosura intachable. Para mi consideración del momento, dos Venus y un Adonis. Una de las mujeres me miró desfachatada y comentó, en idioma indescifrable, algo a sus compañeros. Tomaron la posta uno a uno. Sonreían sensuales...seducían con sus movimientos. Desesperado y casi al borde del trance hipnótico supliqué telepáticamente ayuda al tachero. Sin embargo, caí en la cuenta de que indudablemente ya lo habrían enmarañado con sus efectos anestésicos...miraba el tablero del coche inmutable, con la quietud de lo inevitable. Decidido y fehacientemente convencido de que la manzana tentadora ya había surgido el efecto deseado, el chico acarició palabras en mis confundidos oídos. Por más esfuerzo que empeñara, no podía quitar la vista de sus extraños dedos, pródigos en sexo y lujuria desvestían de manera indecente la comisura de sus labios. “Querés venir a una fiesta?“. No reaccionó mi persona ante sus palabras. Instantáneamente contesté que “Si”, pero mi voz escapó de otro cuerpo. “Seguí el taxi, rubio” dijo con una sencillez abrumadora. El semáforo por fin dio paso libre. Observé al ente-conductor agilizar su momificado esqueleto. El taxi dobló en la esquina. Varado en mis pensamientos comencé a escuchar un vigoroso grito desde mi interior. “Despertate!...Despertate!!”. Un bocinazo enérgico se estampó de lleno en mi embobado cerebro. “Despertate boludo!!!...despertate!!!...verde!!!....esta verde!!!”. Puse primera, giré como pude y aceleré hasta divisarlos. A dos cuadras de comenzada la persecución me asaltó la vergüenza. Mesurado y compasivo, opté por dar la vuelta.


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