Monday, February 07, 2005
El aconsejador
A Marcelo le gusta que lo llamen "El Aconsejador". Sabe jactarse de un aluvión de consejos excelentemente dados. Su porcentaje de buenos consejos es elevadísimo...dice que para ser un buen consejero hay que ser una persona muy "gaucha". Y él lo es, o por lo menos lo aparenta. Desfachatado circula por el mundo arengando su título, y cuando algún improvisado se interpone en su camino, lo defenestra con la maestría de un Aconsejador Profesional. Sus enfrentamientos más importantes siempre son en vivo y en directo...en tiempo y persona. Se encarga personalmente de encontrar un pobre desdichado, lo sienta frente a él y su contrincante y le pide que relate su problema. Cómo buen caballero, deja que el primero en aconsejar sea su rival. Él, mientras tanto, se dedica a escucharlo con la indiferencia y el silencio de un vencedor. Acabado este poco sustancioso consejo....Marcelo se para, se acerca al aplomado sujeto, lo sujeta fuertemente de un brazo...y le grita hasta dejarlo sordo "REACCIONA!! ALBERTO!!!, REACCIONA!!!....YA NO TENES DOS AÑOS, REACCIONA". Ante semejante escena, pocos llegan a escuchar finalmente el consejo. Marcelo, a pesar de su alma fiel y su bondad infinita no aconseja a todo el mundo. Discurre en los problemas que llegan y luego de un arduo estudio decide si están habilitados para el consejo. Esto lo hace, según él, porqué hay problemas más urgentes que otros, y además, agrega con un sonrisa casi maliciosa "No quiero bajar el porcentaje de bien dados, viste...". Una vez, caminando con Marcelo por Güemes se nos acercó una mujer muy fea. Cómo a mi la gente fea me da comezón tuve que alejarme un poco. Sin embargo, pude escuchar algo de la conversación. Al parecer, la mujer fea le pedía a Marcelo que la aconsejara con un problema que tenía su marido... algo con la quiniela...o con el dueño de una agencia de quiniela. Cuando terminó, se produjo un silencio tan incómodo que la mujer comenzó a rasgarse la nariz casi frenéticamente. Marcelo la miró cómo yo jamás lo vi mirar a alguien. Se convirtió casi en una estatua, frío cómo el acero...y ni una palabra. Espantada, la fea huyó sin decir más. Cuando volvió siguió cómo si nada hubiese pasado. Estabamos yendo al cine... íbamos a un festival de cine alemán. Recuerdo que daban “Nosferatu”, y Marcelo ama el expresionismo Alemán.
Cometí el error una sola vez en mi vida. Sentados en un café de Recoleta tuve el desatino de preguntarle si cuando él tenía un problema acudía a otro aconsejador o si podía resolverlo tranquilamente al igual que el de los demás. No pude ni reaccionar cuando ya Marcelo se había incorporado y escupía infinitas acusaciones en mi contra. Primero me dijo que las personas cómo yo nunca podríamos dar un consejo…que no cumplía con el target. Que me faltaba piel… instinto y que era demasiado existencialista. Luego de terminar, diciéndome que era muy posible que mi negatividad recayera en la humanidad del aconsejado, se tranquilizó. Se sentó nuevamente y me regaló una ojeada compasiva. “Che…”, continuó…”vos nunca me pedís consejos…tenés que empezar a confiar en mi…de verdad…soy el mejor o no?”. No le respondí, había desviado mi atención hacia la esquina opuesta. Un estrafalario payaso repartía insignificantes globos a los chicos. De cuando en cuando escupía al suelo corroborando que nadie lo haya visto.
Cometí el error una sola vez en mi vida. Sentados en un café de Recoleta tuve el desatino de preguntarle si cuando él tenía un problema acudía a otro aconsejador o si podía resolverlo tranquilamente al igual que el de los demás. No pude ni reaccionar cuando ya Marcelo se había incorporado y escupía infinitas acusaciones en mi contra. Primero me dijo que las personas cómo yo nunca podríamos dar un consejo…que no cumplía con el target. Que me faltaba piel… instinto y que era demasiado existencialista. Luego de terminar, diciéndome que era muy posible que mi negatividad recayera en la humanidad del aconsejado, se tranquilizó. Se sentó nuevamente y me regaló una ojeada compasiva. “Che…”, continuó…”vos nunca me pedís consejos…tenés que empezar a confiar en mi…de verdad…soy el mejor o no?”. No le respondí, había desviado mi atención hacia la esquina opuesta. Un estrafalario payaso repartía insignificantes globos a los chicos. De cuando en cuando escupía al suelo corroborando que nadie lo haya visto.