Friday, January 14, 2005
La banalidad de una lágrima
Una compañera de trabajo es feliz. Y yo la odio por eso... es una felicidad desbordante. Cuando llega a la mañana saluda a todos con un beso. Menos a mi. Aunque es cierto, pero nunca le dije nada, no me gusta que me den besos. Seguramente se habrá dado cuenta que no me interesa que se acerque. La gente feliz huele a la infeliz y le escapa. A penas entra se la puede escuchar derrochando su felicidad...alardeando su buena onda. Tiene la voz muy fina, y es muy común que no diga nada inteligente. Cree que todo el mundo debiera ser "compinche". Todos los días testea quien la ayuda y quien no...quien es buen compañero y en quien no confiar. Una vez le pregunté si tenía una lista con posiciones de la gente que más quería en la empresa y me dijo que si. Yo estaba de la mitad para abajo. Me dio más bronca aún no estar último. Insatisfecho con el ranking le pregunté quien era el último... quien podía ser aquella persona tan agraciada?. Me dijo que no había últimos en su lista...solo gente que no estaba primera. Entonces destapa jocosamente ante todos mi mala onda. Se rie de ella cómo si fuera una caricatura, no la respeta. Cualquier trabajo que le asignen lo toma cómo... "de vital importancia". Si esta pidiendo una pizza, se preocupa. Cuando las cosas no le salen... llora en su escritorio. Lamentablemente no puedo disfrutar de ese momento porqué quisiera matarla. Resignar lágrimas en semejantes banalidades lo considero un delito... es de persona estrecha. Reparte oficina por oficina sus inagotables palitos de la selva. Pero no son los normales...son los gigantes con gusto a uva. Vivía en Azul, su familia tiene campos. No le gustan las "guarangadas", pero cuando le tiro alguna se pone colorada. Para mi, su sexualidad esta contenida.